NOSOTROS LOS TÍMIDOS, 2


PRETEXTO PARA LA MUERTE

Sólo un lobo blanco rompiendo barcos, uniendo piratas,
sólo una terrible agonía de guitarras:
sólo una soledad última, sólo un presagio duro y definitivo.

Ya no faltan piernas de funcionarias
ni rodillas de muchachas tristes y universitarias
ni acercamientos de cuerpos gordos buscando ternura:
no falta un “son de allí” ni un “todo tiempo”
sólo una orden de acecho, una hora de cosa dura y definitiva,
sólo un lobo blanco rompiendo barcos, uniendo piratas,
sólo una terrible agonía de guitarras,
sólo una soledad última,
sólo un presagio duro y definitivo
que pasa por el corazón dando saltos.



DERRUMBAMIENTO

¿Qué pasó con tus rodillas y con tu sombra?
La tarde me pareció triste y el sol hedía a cadáveres,
y no me llamaste.
El viento estaba cansado y las ramas de los árboles ocultaban
los pájaros.
Las flores morían en la lluvia, y el sueño murió temprano.

Ay, qué pasaría con tus ojos.
La lluvia era violenta y la muerte cruel, y no me llamaste.
Los verdugos eran oscuros y sus sombras parecían caballos.
La nieve y el sudor eran de sal, y el cielo estaba mojado.
Los niños jugaban con el agua,
pero su reino había partido
en la melancolía que deja el alba.
Las rodillas eran suaves y los zapatos estaban abandonados.

¿Qué pasó contigo y con tu victoria reciente de agua?
El amanecer fue moribundo y la tristeza separaba las olas,
y no me llamaste.
Eran las seis, y algunos ciegos sin nombres te buscaban.



SUCEDE

Sucede en casas vacías, en fugas de estatuas subiendo;
sucede en piernas parecidas, en flechas dirigidas a la cabeza;
sucede en besos con estructuras de hielo,
en extensiones de oro, en damas atravesadas por el medio;
sucede en manos que se rompen en el corazón;
sucede cuando la voz duerme atravesada por sombras blancas:
la oscuridad se forma lentamente, como cristales,
y los hambrientos van buscando formas.

Sucede en la piel de alguien caído de súbito en la noche;
sucede cuando su influencia cae
entre minerales de minas oscuras:
nadie puede verla ni tocarla:
el pan cae entre su vacío de cosas gemelas.

Sucede en objetos que se van gastando lentamente,
en besos inmóviles, en amor derrotado en la luz.
Sucede en noches pintadas de blanco,
en ríos que pasan llorando:
las calles se van entre cabezas torcidas,
entre piernas reconstruidas y largos telegramas:
derrotan mi corazón,
rompiendo buques y puertas cerradas.



PROTÉGEME DE LA SOLEDAD

Protégeme de la soledad, compañera:
protégeme las veinticuatro horas,
detrás de las puertas cerradas y debajo de las ventanas.

Protégeme de la soledad, compañera:
cuando las muchachas pasean por las calles más vacías
besándose con sus novios borrachos;
cuando los enamorados pasan abajo,
húmedos y besándose como locos entre la lluvia;
cuando veo la muchacha rubia en la galería de hielo,
escribiendo cartas de amor a marineros, llorando,
y sonriendo a su compañero de casa.
Porque te necesito de pronto:
entonces te busco en la casa, en los objetos,
en las cosas pintadas de blanco y que huelen a miel,
y sólo veo las cosas creciendo creciendo
y este húmedo amor de tímido borracho
que a cada golpe en el frío
pasa por el corazón dando saltos.




APRESURANDO LA AUSENCIA

Sin odio, sin rencor por las cosas muertas
y abandonadas debajo de los puentes cerrados,
espero el momento de la despedida,
el momento de ocultarme en la cocina
o detrás de la puerta.

Es el momento: la salida.
Afuera, los pasajeros,
militantes de todo un sistema de frío,
aprovechan las horas, los minutos
distribuyendo sus manos entre cuerpos que esperan besos, sólo besos.
Y yo el solitario, el frío buscando objetos antes tocados,
la veo detrás de la cama, preparando sus cosas de extranjera,
esperando la hora,
la luz que sonará en la puerta.

Qué larga entre objectos tocados era, entonces.
Qué amor nos unía más allá de la carne,
más allá del desorden y de la urgencia,
mientras arriba cruzaban cosas veloces
y el arroz crecía esperando gritos.
Y sin embargo,
pronto se irá como vino,
y romperá los calendarios marcados:
iré a la cocina, entonces,
controlando el desorden,
buscaré el cuchillo largo, con cabeza de religión moderna,
y esperaré ansioso la hora definitiva de la luz
detrás de la puerta.




A VECES

A veces cruzo sus territorios
y transito por sus alas.
A veces entro a su cuerpo dormido, a su casa cerrada.
A veces entro a su geografía
y estaciono mi cuerpo en su alma.
Entonces creo en su constitución, en sus dos estatuas;
en su corazón, en su sangre blanca.
Pero también, a veces,
cruzan abogados,
ejecutivos más altos;
cruzan también doctores, diplomáticos
y hasta criminales blancos:
no hay, entonces, espacio para mi alma:
su geografía y todas sus puertas están condenadas.



DEFENSA DE LA TRISTEZA

Si ocultando mis labios y cortándome las manos
para que tus ojos no los toquen,
si andando solo en la oscuridad
temiéndole a la iglesia inmóvil
de tu pelo,
si dibujando flores marinas
para no ver tu rostro,
si entonces
no entendieras
por qué tu nombre tiene algo de sombrío, de destrucción,
por qué tus ojos me llevan al mar y a la soledad
me comería la tristeza
para que tu ternura y tu belleza no me reconozcan:
me moriría el lunes más triste y más amargo
para que la madurez del alba no partiera de tu cuerpo,
para que tu corazón huyera sin sombras, lentamente,
sin contagiar mi sangre.

Pero el silencio sube y el agua crece
llenándose de alas:
¿por qué ciertas manos levantadas en lo sombrío alimentan mi soledad?
¿Por qué tus ojos están llenos de sollozos y de peces?
¿Por qué aún anda un viudo melancólico, solitario,
preguntando por la pareja que se duerme besándose bajo la luna?



VEN A BUSCARME A LAS DOCE

Ven a buscarme exactamente a las doce, compañera:
cuando los cuerpos se rompen en mitades
y las hembras sin machos corren desnudas y con zapatos
por fríos territorios de caballos:
tirado detrás de la puerta,
con tu retrato en los bolsillos,
entonces,
estaré esperándote.

A las doce, compañera,
llámame a la puerta, recorre mi casa de soltero enamorado:
búscame entre las cosas pintadas de blanco,
entre los objetos de la cocina:
alguien caerá en propiedades de infieles,
en ilegales hoteles y galerías más redondas:
pero estaré esperándote.

Ven a buscarme exactamente a las doce, compañera:
cuando los cuerpos se rompen en mitades
y buscan territorios movedizos:
nadie estará detrás de la ventana cerrada, vigilándome:
nadie podrá hablarme de la muerte
mirándome a la boca.




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