MUJERES, 2
i


LEVANTAMIENTO ROTO

A veces —durante la mitad del día y de la noche—,
escucho cuerpos y nombres en el agua
chocando entre piedras sin sonido, entre pianos,
formando cinturas con peces y corazones rotos:
entonces cierro la boca y aprieto en los ojos cosas viejas
que suenan blancas y mueren subiendo.

Muchas veces —durante el día, durante la noche—,
escucho el invierno que cruza pariendo círculos, ovejas,
empujando paredes,
cerrando puertas,
cortando huesos.
A veces —en horas oscuras—,
pasa una ola sin color ni estatura
moviendo medallas, cuerdas rotas, cortinas, colores fríos.
Las cosas suenan en el agua
y su rostro sale
buscando uñas, tocando cosas muertas.



PRESENCIA

Vueltas las manos, vueltas hacia piernas cosidas de besos,
hacia carne llorando, ay llorando,
vueltas hacia cosas redondas y movibles en el corazón:
como rodillas luchando con botellas,
como ríos entrando ya por puertas abiertas, rodando ya,
como un movimiento cayendo y corriendo hacia adentro
donde flotan largamente labios y sonidos
atrapando cuerpos.

Aunque maten el olor de su carne,
ay aunque disparen balas rabiosas sobre ese corredor abierto,
          sobre ese sollozo juntándose,
ay sobre esa bodega de líneas cruzándose en el cabello,
pasa uniéndose y gritando, pasa pegada del beso.

Levantado en el sonido mojado, en el ruido que cae al cabello
          rompiendo respiraciones, gritos redondos,
salen espumas empujadas, flotan vacíos como petróleo aullando.
Y hay una introducción de palos de hachas hambrientas al vacío
que llevan el corazón, ay, por un territorio de humedad,
por un territorio de piernas cruzadas y juntas,
llorando de delicia.




ORIENTACIÓN DE LA CARNE

Fue un aumento de párpados llorando en las rodillas,
fue un reparto de buques piratas entrando al corazón:
allí estaban ellas, ay allí estaban ellas en el cabello,
rompiendo duras estrellas en las rodillas:
allí estaban originando brazos detrás de las escaleras,
vomitando en territorios de bandidos y criminales blancos.

Fueron besos envueltos en cabellos mojados,
fueron rodillas rodeadas de bocas,
de manos ansiosas de agua, de movimiento levantándose.
Había gorros de papel devorado, pestañas cortadas con los dedos,
había uñas agitando los huesos hacia territorios de cabellos,
había hombros sucios de besos, sucios ay de besos de amantes.

Fue una circulación de carne en el pecho,
fue un paso de ombligos gritando,
de besos ay sumergiéndose en carne movediza.
Era sólo un color recibiendo barcos piratas,
cuerdas cortadas y entrando:
un ejército de borrachos, de esclavos románticos
entraron a lo húmedo,
al corazón sucio de vino:
caía, ay caía a su abismo
rompiendo los cerrojos, rompiendo ay ventanas cerradas por den­tro
y duros cabellos que lloraban levantándose.



EL REGRESO

Hoy apareció de nuevo
detrás de la puerta de la cocina:
cuando la sentí en el corazón
era inútil huir, destruir el peso criminal de su cuerpo:
cuando abrí los ojos
ella ya arrastraba mi corazón por casas vacías,
ya coronaba la soledad en mi cabeza.

¡Ay, qué precio por un cuerpo en el frío!
¡Ay, qué sistema de influencias la origina,
qué sombra alrededor del espacio vacío!
¡Cuántas flechas rompen mi soledad sin alas,
cuando estaciona su cuerpo en el mío!
Ay, qué huéspedes repiten sus negocios de carne,
qué multitud desarrolla su grandeza:
Porque ella corta el más largo sueño,
porque ella levanta dormitorios tristes detrás de mis orejas:
en invierno,
prepara sus refugios en mis calles más frías:
cuando su cuerpo cae al corazón,
un ángel blanco oculta las guitarras en la tierra,
condena todas las puertas,
y empieza a programar mis huesos.






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