Manuel Mora Serrano
“Revelaciones”, Listín Diario
18 de Febrero de 1983


         Ramón Paredes de Isabela no es ningún portento. Suficientemente influido por Neruda como la mayoría de nosotros en América, nos señala varias cosas:
         a) Su vocabulario nerudiano: pájaros, lluvia, madera, alba, telegramas, zapatos, caballos, dulce, no es falso; pertenece a su Isabela como le perteneció a Pablo y en su Temuco.
         b) El poeta no es sólo palabras, si­no, cómo en­sambla las palabras. Hay madurez y experiencia cuando el poeta, usando su don selvático crea términos y produce imágenes o metáforas inexplicables y quizás por pura asociatividad, que, sin em­bargo, denotan la zona a trabajar.
         c) El surrealismo de De Isabela, es fruto de la absorción epocal y de sus lecturas, no de un ejercicio cierto de las técnicas del movimiento.
         Solo, en la noche, en el derrumbamiento de agosto.
         He ahí un verso, que en nuestra poesía, sólo Luis Alfredo Torres podría lograr con toda esa carga de ternura y desolación.
         En el [poema “Derrumbamiento”], Los verdugos estaban oscuros y sus sombras parecían caballos, si bien es criticable lo de la nieve y los mismos verdugos y sobre todo el uso incorrecto del verbo, podrían ser oscuros, es decir “eran oscuros”, o poético, lo destacable, son esas “sombras que parecían caballos”, que es lo insólito, lo poético, pues.
         El verso final es también valioso: “eran las seis, y algunos ciegos sin nom­bre te buscaban”.
         Esos ciegos, “sin nombres” logran la difuminación del tacto, un sentido que, según Héctor Incháustegui Cabral, está au­sente en la literatura nuestra, si excep­tuamos, creo, a Freddy Gatón Arce, el más táctil de todos.
         En el poema Cuando está llovien­do:
         Cuando está lloviendo, amor, tus besos/ suen­an más lentos y más húmedos:/ muestran sus alas y dividen sus flores.

         La gracia no está en la sinestesia, en el absurdo de “sonar más lentos”, no, está en el verso final, en esa división insólita de “números y flores”; como cuando dice más adelante: “un vendaval de telegramas anda suelto”, se sitúa como pocos poetas dominicanos, en el creacionismo puro de Huidobro.





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