PRIMEROS PASOS, 1
ii


SIGUEN CRECIENDO RUINAS

Después de su partida, en mi corazón inventé difuntos, golpes,
          truenos,
entonces preparé el alma para el viaje al silencio,
cerré los calendarios en los ojos
y desterré nuestras fotografías en el invierno.
Pero en las noches, a veces,
escucho su alma cerrando puentes,
y siento su corazón entrando a mi cuerpo,
y presiento que ella mira el mar, en la distancia,
y pregunta por la hora
contemplando el barco blanco
que la está esperando en el puerto.
Y aunque me vista de sonidos, de truenos,
mi boca persigue sus dos lámparas azules hasta el silencio:
cuando mi corazón la toca
mis pies empiezan a enterrar los vivos,
y mis ojos empiezan a desenterrar los muertos.




COLOR DE UN NOMBRE

Cuando alguien pasa, abajo,
gritando nombres de personas extrañas
y acontecimientos más raros,
la recuerdo como cuando iluminaba mi alma
con sus dos lámparas azules:
el corazón entra al túnel inmenso del recuerdo
y los barcos piratas van hundiéndose,
     naufragando en mi alma:
al corazón entra una música, entonces,
que no cambia nunca.

Cuando alguien pasa, abajo,
gritando nombres de personas y acontecimientos extraños,
la recuerdo como cuando era desnuda entre mis manos,
pero ya no espero
porque sé que no vendrá,
porque sé que no entrará a la casa,
usando la puerta de atrás,
y no preguntará (como excusa, como pretexto) por la hora
o por la mano que parece siempre cerrada sobre la boca.




M. C.

i

Salid a la calle, compañera.
Salid por mis barrios de arañas y silencios:
golpéame en la noche,
subes con las preguntas en el paraguas
y cuéntame sobre cosas vistas
o escuchadas detrás de la puerta.

Salid a las calles, compañera.
Paséate por donde vivo:
hazlo despierta, compañera:
porque como mapas abiertos andan los pies
cuando se juntan nuestras manos
y cuando nos quedamos dormidos
tristes y desolados
detrás del reloj de la puerta.




M. C.

ii

¿Por qué tan bien y tan segura, compañera?
Por debajo, por la piel misma,
por el silencio que al alma sube como araña,
justo sobre el dormitorio habitado al mediodía,
pasan cosas extendidas y fríamente prófugas,
indefinibles en el corazón.

¿Por qué tan bien, compañera?
Ay, si conocieras mis calles de criminales y abogados blancos.
Ay, si te pasearas por donde la carne
mantiene una lucha constante con el alma.

¿Por qué tan bien, compañera?
Ay, si estoy tratando de levantar una torre
donde todo es tuyo
—incluso las lámparas y las sombras,
el silencio y las palabras—:
ay, todo todo todo.




ALUMBRAMIENTO PARA EL ALBA

Solo, al sol, a la madera, al alba.
Solo, al nombre, a la sombra.

Sí, amor, solo, solitario, sombrío, triste,
con odio, con un poco de nostalgia por la muerte:
tus manos penetran al alba y no encuentran mis ojos:
sería el amor, sería la madera,
pero la luz conseguía su propósito de agua
y en el movimiento de mis piernas tus labios dijeron presente
y el sueño dijo, en español, gracias
y la cama dijo estoy aquí
y la niña hizo la pregunta tonta.

Y tú muchacha rubia, extranjera, de granos y lechos elaborada,
dulce en la noche y negra en el azúcar.
Tú, muchacha, y una guitarra para llegar al cuerpo.
El silencio, y después mis dedos andando tu pelo.

Solo, en la noche, en el derrumbamiento de agosto,
y después tus manos
y aún tus piernas.




REUNIÓN

Ella llegó después del día,
tumbó la puerta abierta, enterró el corazón
          debajo de las ventanas,
y entró a los cuartos, a los armarios,
y en mi corazón ya no se movieron barcos piratas,
          marineros sin tierra,
sino hospitales, oficinas de abogados,
señoras que sonríen llorando.

Ella entonces entró a mi corazón:
en el silencio, sembró semillas;
en el cabello, enterró colores blancos;
en la piel, desterró niñas pálidas;
en el alma, estableció un puerto para barcos piratas.

Ahora, ella entra al corazón cuando quiere,
cuando quiere atraviesa mi alma:
a veces camina adentro, cortando el cabello,
distribuyendo objetos, estableciendo colores blancos.
Y ya no puedo hacer nada, controlarla:
ni con los pies
ni con las manos.




LOS MUERTOS SE QUEDARON SOLOS

Pienso en tu mar de paisaje abierto, ahora que estoy solo,
y el mar se cierra y el sueño ataca
y los pájaros corren por el alba con su carga de muertos
y ya soy tu hijo:
el cuerpo se abre.

Recuerdo tu nombre: paisaje abierto, paredes incorrectas.
La jaula azul y la mezcla del sueño.
Las hojas caídas sobre rodillas de novias maduras.
EL cuello del alba y los pájaros de la madera:
¿viste el aire y su línea de carne sobre el viento?
¿Oíste las aves, su leve amor,
su sonido de camisas estrujadas?
¿Viste la borrachera de las hormigas,
el criadero de las semillas?

Todos se han ido poco a poco con la voluntad de tu nombre:
el sueño, el sol, el cuerpo del agua.
La mirada del mundo romántico de la arena.
Los tejidos de tus ojos acosados por la agricultura.

La miel de los amantes y la ventana abierta:
la fruta enamoraba el aire
y la sombra desbocaba sus niños por el volcán silvestre
y el abrazo en el rocío fue lento:
los muertos se quedaron solos
y tu pelo entró vivo a las piernas
y tu corazón entró de repente a la primavera
como tu cuerpo al polvo y tus besos a mi alma.




CUANDO TERMINE EL INVIERNO

Cuando termine el invierno
los árboles ocultarán su desnudez
     y sus días más largos,
y yo me sentiré más herido que ahora
y la blancura de tus ojos será más larga
y la sangre pesará más en mi nombre
y la noche desterrará sus sombras en mi alma:
mis labios ya no se atreverán a encender tus dos lámparas.

Cuando el invierno termine
un río crecerá en mi alma
levantando un castillo en mis huesos:
la nieve visitará mis ojos
y el corazón buscará tu nombre en el puerto:
cuando llegues tarde en la tarde
todo estará muerto.

Cuando termine el invierno
el cementerio y sus muertos se quedarán solos
y los árboles reirán de delicia,
pero, ay, a qué precio,
a qué voluntad de agua y de tormenta.

Cuando termine el invierno
mis ojos irán vestido de luto a su entierro:
los niños grandes podrán sacar sus zapatos
     y jugar a las sombras de mi alma
y la muerte anunciará la llegada de la noche
y los muertos visitarán mi corazón
          y se sentarán en el comedor de mis ojos,
y tú serás arrestada a la entrada y dirás qué es esto,
qué se hizo la otra patria, la casa, el recuerdo.

Cuando termine el invierno
la tierra levantará nuevos castillos, nuevas catedrales,
y el barco pirata esperará inútilmente en el puerto:
no levantaré el corazón cuando a mi alma caigas de espaldas:
ay, a qué precio, a qué voluntad de agua han vencido:
treinta y tres hojas caídas en la noche
y el nombre de un cuerpo enterrado en la sombra.




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